RODRÍGO VALERO, FOTÓGRAFO

“Exponer en mi pueblo es mucho mejor que hacerlo en el MOMA de Nueva York”

Volvió a colgar el pasado verano fotos en su pueblo 39 años después de su primera exposición. Mostró retratos del carácter e identidad de 53 turreros. Por el camino, su obra ha visitado Lisboa, Nueva York, París, Milán, Bruselas y hasta la UNESCO

– ¿Cómo tardó tanto en volver a exponer en su pueblo?

– Quizás porque todo llega en su momento. La exposición fue el resultado de 30 años retratando a mis paisanos. Tengo muchísimas más fotos de turreros que también podría haber colgado, pero busqué un hilo conductor para contextualizarlas. Elegí las 53 con fondo oscuro. Ni claros, ni escenas de Turre. No todas las mejores, pero sí una muestra con cierta unidad. He retratado a cientos de mis vecinos. Niños, mayores, gitanos, payos, ingleses… En 30 años hay tiempo para retratar.

– ¿Qué tal el día de la inauguración?

– Igual podría retratar la experiencia, pero me resulta imposible describirla con palabras. Me sentía como en el MOMA de Nueva York. Mucho mejor, porque estaba entre mi gente. Me unen vínculos muy estrechos con todos los retratados. Algunos son familia, otros amigos de la infancia. Al mismo tiempo, me invadió una enorme responsabilidad. Tenía el reto de que todos quedaran contentos con su imagen. Después, la emoción casi acabó superándome. La sala se quedó pequeña y tuvieron que poner un montón de sillas más. Había mucha gente esperando fuera para entrar. Fue un gran momento para los presentes y los ausentes, porque en 30 años más de uno ha desaparecido. Una de las retratadas tenía 104 años cuando la fotografié hace casi 30 años. Evidentemente, ya no está. La emoción que sentimos tanto yo como los retratados fue enorme. Se palpaba.

– ¿Había entre todos un retrato especial para usted?

– El de mis padres. Quise ponerlos rodeados de mis tíos y familiares. Ellos estaban muy orgullosos, y yo también, porque les debo todo lo que soy. Entre otras cosas, esa impronta de empatía que me hace muy fácil conectar con los personajes que retrato, ya sea un ministro, un famoso o alguien de la calle. Todos son iguales ante el objetivo de mi cámara y merecen la misma dignidad de estar representados y mi mayor esfuerzo para captar lo que hay en el interior de cada uno de ellos.

– ¿Y además del retrato de sus padres?

– Todos tienen su particularidad. Pero me quedo con el de Ana la Chincha. Sobre todo por el momento en el que le hice el retrato. Es un encanto de persona, vecina, trabajadora, gitana y artista. La vi bailando en un tablao al cabo de muchos años, porque, por respeto a un familiar fallecido, llevaba tiempo sin bailar. Desprendía tanta belleza y energía que me acerqué a ella. Le dije lo guapa que estaba y me apartó, se quitó la peluca y me contó que venía de una sesión de quimioterapia, pero quería que su marido la viera guapa. Yo estaba entonces haciendo una serie de retratos de gente de Almería para exponer en el Parlamento Andaluz y le pedí permiso para retratarla. Quería que estuviera allí. Otro retrato con mucha fuerza es el que hice a una mujer que llamaban la Loca. Curiosamente, a las personas de etnia gitana se les agudizan los rasgos con el tiempo. Tal vez por el sufrimiento vivido, y creo que lo capto bien.

– ¿Hay belleza en el sufrimiento?

– Yo la veo en las arrugas. Es el caso del retrato que hice a Ana Zamora, con 104 años. Fui a su casa gracias a Juan Grima y, cuando nos íbamos tras hacerle la foto, Ana empezó a acariciar a una perrita que había saltado a la cama. Vi muy claro que esa era la imagen que quería captar, porque, a pesar de la edad y sus limitaciones, manifestaba capacidad de acariciar y transmitir cariño. Había un intercambio de amor entre ella y el animal que se palpaba, así que volví a sacar la cámara e hice la foto. Fue la que elegí para la serie. Cada retrato tiene su historia.

– ¿A qué personaje popular ha fotografiado mejor?

– Quizás a Pepe Múgica, el que fue presidente de Uruguay. Me impactó la gran afabilidad y humanidad que destilaba. También he retratado a muchos famosos, sobre todo escritores y artistas. Hace poco, Víctor Ullate me invitó al festival de cine de Málaga porque eligieron un retrato mío para la portada de la película ‘Ullate, la danza de la vida’. Fue muy emocionante ver una foto hecha por mí a un tamaño colosal. El bailarín me dijo que es el retrato que más le ha gustado de todos los que le han hecho y me dio mil gracias.

– ¿Cree que ha conseguido ser identificado a través de sus fotos?

– Es cierto que muchos hablan de un sello personal en mis fotografías. Hace unos meses, El Mundo publicó una serie de retratos de personajes imitando mi estilo. Algunas de esas fotos eran mías, pero las había de otros muy parecidas a las que yo hago. Para mí, lo importante es disfrutar y conectar con la persona que estoy retratando. Me resulta imprescindible conocer un poco a la persona. Recuerdo cuando David Bisbal me llamó para hacerle un retrato. Lo vi con prisas y le dije que esperara un poco, que necesitaba conocerlo. Estuvimos dos horas y media hablando aguardando el momento. Créame, charlando con él llegué a olvidarme de que tenía que retratarlo.

*Rodrigo Valero (Fotógrafo) será nombrado hijo adoptivo de Turre el 28 de febrero.

Autor