Hoy he ido a ver la manifestación del día 1 de mayo en Madrid. Es la fiesta de los trabajadores que, como tal, tuvo su origen en Chicago, quien lo diría oyendo a Trump, allá por la década de los ochenta del siglo XIX. En aquella época los españoles no estábamos para esas cosas.
Ya hace muchos años que no ejerzo un trabajo remunerado y aunque mis intereses han cambiado mucho, con el paso de los años mi curiosidad, por suerte, por todo lo que sucede a mi alrededor va en aumento.
Esta curiosidad sin lugar a dudas, fue la que me llevó a presenciar la manifestación que recorrió la Gran Vía madrileña y el paso ruidoso de los distintos grupos, ligeramente separados y organizados que a modo de cofradías procesionales de semana santa pasaban ante mis ojos, me obligó a imaginar un recorrido mental por muchos años atrás recordando imágenes y vivencias personales, de otros días como hoy, en este Madrid en que he vivido y sentido “como en casa” durante más de 60 años. La vida no es lo que uno vivió, sino lo que uno recuerda y por eso los recuerdos de esta fiesta me presentan un mundo incierto en constante cambio y evolución. No sé si podré describir separando realidades vividas y señalando las que puedan ser simplemente virtuales a tenor de las cosas vividas.
Antes de yo nacer, creo que el 1 de abril del año 37, Franco prohibió en España las celebraciones del 1 de mayo y al año siguiente compensó la pérdida creando la fiesta de la exaltación del trabajo el día 18 de julio. Supongo que fue una decisión bien acogida por venir acompañada de una paga extraordinaria obligatoria y para todos, las penas con pan son menos.
A principios de los sesenta, con mis veinte años recién estrenados, estaba yo en una residencia de estudiantes regida por jesuitas. Socialmente se empezaba a admitir de forma generalizada que no era cosa de “vagos” que los jóvenes practicaran deportes y a ello contribuyó la publicidad de las organizaciones de Educación y Descanso que la Organización Sindical celebraba, entre otras con una gran fiesta en el estadio de futbol ante Franco.
El Papa Pio XII, al que no debían gustarle tampoco los sindicatos izquierdistas de trabajadores, había creado la fiesta de San José Obrero coincidiendo su celebración con la Fiesta del Trabajo creada casi cien años antes.
Para dar mayor entidad y aparato a la fiesta se empezó a realizar la celebración conjunta de la fiesta religiosa y la civil coincidiendo con la Feria del Campo en un recinto especial de la Casa de Campo en unos pabellones donde habían participado los mejores arquitectos españoles del momento. Tengo un especial recuerdo del año 63 cuando ya había superado mi ingreso en la Escuela de Obras Públicas. Ese año se exponía en la Feria del Campo la capsula en la que el astronauta John Glenn había sido el primer americano en orbitar la tierra. Pasando en fila ante la cápsula y mirándola a través de la escotilla alguien a quien nunca conocí hizo una foto en el momento que yo pasaba ante ella y algún amigo que me reconoció me la hizo llegar. Glenn se hizo un personaje popular y famoso que cuando alguien en EEUU quiso reclutar mujeres para tareas espaciales pidió ante el Comité de Ciencia Espacio y Tecnología de EEUU que las mujeres no estuvieran en ese campo porque eso “formaba parte del orden social del país”. Hoy se lo comerían y él mismo rectificó en el año 70 apoyando a Judith Resnik. Rectificar es de sabios. ¡Vivir para ver! (Veinte años después, el mismo recinto de la Casa de Campo sirvió para celebrar la Fiesta del Partido Comunista de España que había sido legalizado años atrás.
Acabé mis estudios en el 66 y el mundo comenzó a acelerarse. Trabajando para el Ministerio de Obras Públicas comencé a viajar por la España real de la mano de la España oficial.
Ese año el gobierno de Franco organizó un referéndum para ratificar la Ley orgánica del Estado.
El resultado fue todo un triunfo que para sí querrían algunos “demócratas” actuales. Votó el 90% del censo de los cuales el 95.90 % se decidió por el sí. En mi pueblo, Mojácar no lo celebraron (es verídico) porque un ciudadano había votado negativamente y no habían podido pillarlo según confesiones del alcalde.
La “política” era un terreno que a la mayoría los jóvenes, nacidos tras la guerra, nos había sido vedado, con técnicas medievales de cinturón de castidad, tanto en el terreno teórico como en el práctico. Llegaron los sesenta con mucha prisa y España se aceleró industrializándose mientras la población activa agraria comparativamente iba descendiendo. Los españoles que no habían emigrado a Suiza o Alemania vinieron a vivir masivamente a las grandes ciudades y hasta Franco, cuya foto omnipresente había visto desde que fui por primera vez a la escuela, había comenzado a envejecer.
Para mí y para muchos el proceso 1001 fue un aldabonazo que nos hizo ver la fuerza y organización del movimiento sindical clandestino cuando se dio a conocer la redada en un convento, en Pozuelo, que acabó con la dirección del sindicato ilegal y clandestino Comisiones Obreras en la cárcel. Conocer la pertenencia al sindicato de los compañeros de Marcelino Camaño entre los que había una persona con título de nobleza y un sacerdote jesuita impresionaba a muchos españoles que se mantenían al margen de las intrigas, la publicidad y la doctrina urdidas, tramadas y mantenidas desde los aparatos del Estado. La curiosidad despertada en mí por estos y otros hechos seguramente hizo que entre 1973 y 1978 realizase 10 cursos académicos en horarios de tarde-noche en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología (Incluidos 2 cursos de doctorado).
¿Quién lo iba a pensar? Murió Franco y los españoles, incluso los más conservadores, comprobaron que, por suerte, no todo estaba atado. Aparecieron curas obreros y comunistas e incluso Carrillo y Pasionaria, ya vejetes, habían vuelto a España y eran venerables figuras de las Cortes de la España democrática. El mismo año 1975 los juzgados en el proceso 1001 fueron indultados por el Rey.(25 nov.)
En marzo del 76 en una asamblea donde estaban concentrados 4.000 obreros hubo varios muertos y muchos heridos al intentar disolverlos con fuego real.
La manifestación del 1 de mayo de 1976 fue prohibida pero la del 78 fue autorizada, sin violencia alguna y encabezada por un Marcelino Camacho con su célebre y popular camisa de cuadros. Curiosamente el lema de esta manifestación fue curioso “Devolución del Patrimonio Sindical” a lo cual podía añadirse aquello de que “A Dios rogando y con el mazo dando”.
Desde ese momento se han celebrado todos los años y los sindicatos libres y reconocidos han realizado al menos 10 huelgas generales empezando por la de 1976 en la que pedían a Adolfo Suarez “Amnistía y Libertad Democrática” .
Durante los años transcurridos todas las instituciones políticas han ido evolucionando y manifestándose en las calles. La mayor manifestación, la que más me ha impresionado y seguramente la que tenía los mayores visos de espontaneidad de todas las que he visto ha sido, el 26 de enero de 1977, con ocasión del entierro de los abogados víctimas de la “matanza de Atocha” ocurrida dos días antes.
A partir de la votación y aprobación de la Constitución a finales de 1978 la implantación, reconocimiento oficial, y normalización de la Fiesta del Trabajo el día 1 de mayo no ha sufrido alteraciones y las manifestaciones organizadas cada año por los sindicatos se celebran con normalidad hasta llegar a la de 2025 que comentamos. Contemplándola uno descubre la pátina del tiempo e intenta comprender el lema que la anima, “Proteger lo conquistado. Ganar futuro” y no se atreve a buscar la relación que pueda tener con el lema del 78.
Viendo la manifestación tengo la sensación de que la izquierda ha perdido en sus programas el viejo espíritu que le animaba. Me llaman la atención los grupos de venezolanos y colombianos animando con sus banderas por la Gran Vía madrileña y creo que lo mismo puede ser el efecto Trump que el efecto Maduro. Políticos y sindicalistas, cada uno a lo suyo, dejan claro por su colocación que están juntos, pero no revueltos. Cada cual con su pancarta y con su lema escojo uno “Trabajar menos, vivir mejor”. El mundo no ha cambiado mucho y me recuerda aquella vieja petición pidiendo “La jornada de los curas, media hora y con vino”. Leyendo el eslogan de Sumar no puedo entender por qué no tienen más votantes.