“Louis Siret es para mí el protagonista de una novela de aventuras escrita en cristales”

Luc Delannoy en El Argar con El Gárcel al fondo, dos yacimientos excavados por su bisabuelo en Antas.

Es filósofo y estudioso de la mente. Posee el talante aventurero legado por su bisabuelo, Louis Siret

– ¿Cuándo tuvo noticias de su bisabuelo por primera vez?

– Fue hace muchísimo tiempo. De niño, cuando vivía en Bruselas, descubrí unas placas de cristal [negativos en los principios de la fotografía] sobre su vida en el sur de España. Así descubrí su figura, aunque sin saber quién era.

– ¿Qué le llamó más la atención en aquellas fotografías?

– Su aspecto físico. La nobleza de su figura con la barba en triángulo, la melena… Era como el protagonista de una novela de aventuras escrita en miles de cristales. Tal vez por eso siempre lo relacioné con un aventurero.

– ¿Cómo descubrió esas placas?

– Estaban en los cajones de un escritorio en la casa de mi abuela, en Bruselas. Ya sabe que los niños suelen poner los dedos en lugares que no deben, y yo los puse en esos cajones por pura curiosidad. No sabía qué eran esos cristales envueltos en papel de seda. Me entretenía junto a una ventana mirando a través de ellos y descubrí una serie de personajes. Aún no sabía leer, pero me construí una novela de aventuras. Tenía miedo de que alguien supiera que había encontrado las placas, pero, un día me armé de valor y pregunté a mi abuela quiénes eran esas personas. Entonces empezó a contarme la historia de su padre.

– Entonces para usted su bisabuelo no era su bisabuelo, sino un valiente aventurero.

– Claro. Los niños tienen una imaginación exuberante. Dentro de esa exuberancia, a mí me invadió la idea de encontrar a ese personaje. Aún no sabía quién era y no tenía noción del tiempo. Pensé que estaba vivo, y más tarde supe que yo nací 51 años después de su muerte. Gran parte de mi infancia estuvo marcada por el deseo de hallarle, hasta que me dijeron que había fallecido. Fue un choque, pero también un motor. Creía que, a pesar de su muerte, podría conocerle de alguna forma.

– Volvamos a su abuela, hija de Louis Siret, que tenía una sólida relación con nuestra tierra.

– Cuando le pregunté por el hombre de los cristales se echó a reír y tocó el piano. Creo que le abrí la caja de la nostalgia. Con el paso de los años comprendí la reserva que ella tenía sobre su padre. Sentía bastante pudor al hablar de él. Después entendí que añoraba su infancia en Águilas y Herrerías. Mi abuela consideraba Bruselas como tierra de exilio. Cambiar el sur de España por Bélgica fue un destierro. Nació en Águilas y la familia se trasladó a Las Herrerías al morir su madre. Vivió dos guerras mundiales en las que murieron muchos seres queridos y cuando nos sentimos perdidos, los humanos buscamos a la madre, y la suya estaba en este territorio del sur de España.

– ¿Sintió quizás la añoranza por volver a los lugares de la infancia?

– Cuando se ha tenido una infancia terrible, no se quiere regresar, pero ella fue feliz en España y mantenía un vínculo telúrico, muy profundo, con la tierra en que creció. Se sintió siempre de ese territorio. Nunca asumió Bélgica como su casa, y yo tampoco. Tal vez fuera el vínculo con Louis. A él le pasó lo mismo, y por eso entregó a España todo su legado, sus aventuras y sus sueños.

– ¿Qué le ha producido conocer la trascendencia de su bisabuelo?

– Ha sido clave para mí. Con el paso de los años supe que nadie de la familia se preocupó por la historia de Louis Siret. Mi abuela se rodeaba de pequeños objetos que le recordaban su niñez e infancia en Águilas y Cuevas, pero sus hijos se los quitaron. Terminó recluida en un cuarto chiquito del que tenía miedo a salir. Creo que se encerró en los sueños de la infancia, en los momentos más intensos de su vida. No quiso perderlos en sus últimos años.

– ¿Sabe dónde están ahora aquellos cristales en los que descubrió a su bisabuelo?

– Yo también me pregunto dónde están desde hace muchos años. Las relaciones de familia son muy complejas, y desaparecieron en la triste complejidad de las historias familiares.

– De los relatos que su abuela le contó sobre Louis Siret, ¿cuál destacaría? – Me quedo con su deseo de aventura. Ella me lo pintó siempre como un aventurero muy cariñoso, que amaba a las personas, su trabajo, la naturaleza y a sí mismo. Si tú no te respetas a ti mismo no puedes respetar a nadie. Era muy generoso. Le gustaba investigar. La figura de Louis me guio gracias a que mi abuela me trasmitió el deseo de aventuras. Mi bisabuelo viajó miles de años en el tiempo para conocer a los habitantes de otra época. Nos puso en contacto con ellos. Desenterró nuestras raíces para comprenderlas y evitar que nadie las destruya, porque si arrasamos el pasado no podremos tener futuro.

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